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4 + 2 + 3 + SÍ ó 4 + 2 + 3 + NO – He aquí la cuestión (en las oposiciones ]

¿Qué es más elevado para el espíritu, sufrir los golpes y los dardos de la insultante fortuna [seguir como hasta ahora en el empleo público] o tomar las armas contra el piélago de calmidades y, haciéndoles frente, acabar con ellas [mejorar el empleo público y seguir manteniendo el talento]?  

Hamlet (William Shakespeare)

Estamos en un mundo que se rige a golpe de tuit, a golpe de 140 caracteres. Un mundo en el que con ese número de caracteres se puede cambiar una vida, una institución… En un mundo en el que no se va más allá de los titulares, y no sólo de un periódico, sino de las páginas web, (sin profundizar mucho más ya que no hay datos suficientes en el móvil). Un mundo en el que ya no abrimos ni siquiera el ordenador para ver las noticias, nos conformamos con recibir las alertas que nos llegan.

Vivimos en un mundo en el que incluso las noticias importantes no duran más de un par de días en la prensa. Donde no hay un análisis de los hechos (¿para qué? Si no lo van a leer). Ya no digo que un joven universitario vaya a leer un artículo de opinión de un columnista o de un editorial (¿saben los universitarios que es un editorial de un periódico?).

Todo esto pasa por delante de nuestras narices a gran velocidad, sin que muchas veces podamos influir algo en los hechos. Con todo esto que nos rodea, le estamos diciendo a la juventud universitaria, que tiene que meterse a estudiar un mínimo de 3 años para aprobar una oposición y conseguir un empleo público.

Lo primero que nos dicen es: ¿qué es una oposición? Entonces, pasamos el primer envite (Bueno, a lo mejor nunca han oído hablar de las oposiciones, o no han tenido contacto con ellas).

La segunda pregunta o barrera (para ser más claros) es: ¿qué tipo de empleo público hay en la Administración? A los policías, médicos, bomberos, etc. los conoce todo el mundo. A los Inspectores de Hacienda y a los Jueces, nos conocen, aunque sea por referencias periodísticas. Pero a los Técnicos de Gestión Catastral, Inspectores de Seguros, Técnicos Comerciales del Estado, por ejemplo, nadie les conoce, son absolutamente desconocidos para el gran público.

La tercera barrera es ¿cuánto tiempo tengo que estudiar? A lo que le contestamos: “unos 3 años” (más o menos). Y aquí, aparece el primer gesto de asombro/susto/¿pereza?. Pero si tengo que hacer: 4 años de grado y luego 2 de master.

4 + 2 + 3

¿Encima tengo que estar 3 años más estudiando? ¿Total 9 años? ¿Y si luego no apruebo después de 9 años?

En un mundo a la velocidad de tuit no podemos decirles a los jóvenes universitarios que tienen que estar 9 años estudiando y que hay posibilidades de que se queden sin nada. Y encima que opositen contentos, optimistas y esperanzados.

Hay que hacer algo para mejor la situación o los golpes y los dardos de la insultante fortuna acabarán con el empleo público. Hay muchos aspectos de mejora y no son tan difíciles.

Pero de manera previa a estas, aclarar que no pueden pasar las mejoras por rebajar el nivel de las pruebas de acceso. No se pueden regalar las oposiciones (ni de turno libre ni de promoción interna). Si se rebaja la calidad estamos haciendo que peores personas o profesionales empiecen a trabajar en la Administración y, por lo tanto, el servicio público será peor: ¿eso es lo que queremos, peores servicios públicos y peor atención al ciudadano? Por ello, la Administración debe atraer talento, ésta tiene que ser la base. Además, sin olvidar (y es muy importante) que los ciudadanos son los que pagan al Estado y a los funcionarios y no se puede desperdiciar el dinero de los contribuyentes. Estaríamos rozando la malversación.

Inspectores de Hacienda

Hay que ir por otros caminos como:

  • Frente a los propios universitarios: hay que hacerles ver que la vida laboral es muy larga, que no es todo instantáneo. [A lo mejor es que se les ha acostumbrado a tener todo rápidamente, problema, quizás, de nosotros los padres]. El trabajo se puede encontrar de diversas maneras y la formación/oposición puede dar lugar a mayores expectativas de futuro. Siendo más rentable que un posible primer trabajo “basura” o sin una formación profesional.
  • El Estado con la Universidad. Es necesario el desarrollo de una política de comunicación en la Universidad. Los jóvenes tienen que saber qué hace el Estado (al margen de los conceptos teóricos que estudian) y quién lo hace. Estas son actuaciones que deben venir en el marco de la inclusión en los temarios, proyectos conjuntos, visitas a las sedes, etc. El Estado debe volver a la Universidad (no hablamos de competencias sino de participar) que abandonó hace mucho tiempo.
  • El Estado debe incentivar a los jóvenes en la Universidad para que empiecen a opositar tras los estudios de grado (4 años), y no tener que esperar a la fórmula: 4 + 2 + 3. Por ello el Estado debe ayudar a que aquellas personas que opositen no pierdan el tiempo ni tengan un riesgo por opositar. Así se debe estudiar la posibilidad de que aquellas personas que no aprueben tengan la posibilidad de obtener algún tipo de estudios tipo posgrado. El Estado dispone de la UNED, como método para realizar esta actuación. Tampoco implica regalar titulaciones, sino que se pueda complementar o realizar conjuntamente ambos estudios.
  • El Estado tiene que poder financiar por medio de becas o ayudas, etc. a aquellos opositores que necesiten algún tipo de ayuda que le permita opositar sin una espada de Damocles encima. Este tipo de ayudas no tiene por qué implicar sólo dinero, sino que hay otras cosas que se pueden hacer como entrega de temarios, profesorado, centros de atención al opositor, herramientas colaborativas (la oposición en una actuación muy individual, pero viene bien conocer a otras personas en la misma situación), etc.
  • El Estado debe agilizar los plazos de desarrollo de las oposiciones, impidiendo dilaciones, superposición de oposiciones, retrasos injustificados, evitar años sin convocatoria de oposiciones para evitar la pérdida del cuerpo de opositores.

Por todo lo dicho, hay mucho camino por delante por andar para que se puedan mejorar las oposiciones y la situación de los opositores. Pero también, para mejorar la percepción que tienen los jóvenes universitarios de las oposiciones para lo cual es inevitable que vuelva el Estado a participar y colaborar en la Universidad.

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Juan Miguel González García

Inspector de Hacienda del Estado

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