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El teletrabajo y el liderazgo digital de la Agencia Tributaria

El otro día me levanté a las 7 de la mañana, un poco más tarde de lo habitual, me preparé un café, desayuné sin prisa, alguna fruta, tostada integral y encendí el ordenador para comenzar mi jornada de trabajo pasadas las siete y media.

A esa hora la concentración es total, no es necesario leer “El club de las cinco de la mañana”, el bestseller simplón y buenista que ha convertido en aún más millonario al gurú americano Robin S. Sharma, para comprender los beneficios del trabajo en silencio, sin alteraciones del tráfico ni de conversaciones indeseadas de compañeros ociosos al calor de la máquina de café.

En la sociedad actual de la información/desinformación y del ruido es difícil escapar de la agitación, de la ansiedad y encontrar ideas claras, en especial si se desarrollan en el tradicional atasco a la entrada de las grandes ciudades.

Unos minutos después, se despertó mi mujer, y un poco más tarde pude disfrutar del placer de despertar a mis niñas, que todavía transitan por la bendita edad en la que aceptan los besos de sus padres, incluso en público. Normalmente, ella las lleva al colegio, aunque tengo la suerte de tener un colegio cerca de mi casa, a unos cinco minutos andando, por lo que, si hay cualquier incidencia, las puedo llevar yo mismo.

La rutina no difiere en exceso de la que seguía en los tiempos prepandémicos. Procuro vestirme con cierta dignidad indumentaria, no alcanzo los estándares del “dress code” de la Delegación, pero tampoco me veo trabajando en chándal o en pijama como acostumbra alguna gente. Eso incluye mi descanso para el sagrado café de media mañana. De esta forma, si en la oficina habitualmente salgo a las once, en casa también bajo a la cafetería para reponer fuerzas y tomar un poco el aire.  En el London Eye (qué le vamos a hacer, los lugareños de Coín no andan sobrados de originalidad para los nombres de los negocios), un bar muy frecuentado del barrio, me crucé con un vecino que trabaja en Mapfre:

– ¿Qué tal, Pablo, de vacaciones?

– No, de teletrabajo. Estamos 3-2.  Tres días la oficina y dos trabajando desde casa.

– ¡Ah, claro!, a nosotros también nos mandaron a casa. Al principio de la pandemia, todos los días, ahora alternamos una semana sí y otra no. Pero me temo que a finales de septiembre, todos a la oficina.

– Y eso, ¿por qué?

– Pues no sé, va bien, en fin, las costumbres, cuesta cambiarlas.

– Yo creo que en la Agencia Tributaria nos mantendrán el sistema. Se ha demostrado que va bien.

– Me extraña, ya verás como en cuanto la incidencia baje os mandan a todos a la oficina, o como mucho os dejan un día de teletrabajo para disimular o contentar a los sindicatos.

 

Es obvio que la pandemia ha afectado intensamente tanto al sector público como al sector privado. Existe cierto consenso en que la tragedia de la Covid 19 ha provocado no tanto un cambio sino más bien ha servido de brusco acelerador de tendencias que caminabaninspectores de haciendaionarios de esta casa.  

También hay que reconocer los fallos que se han producido y distinguir que, en determinadas áreas, en particular de información y asistencia, aunque se hayan mejorado las posibilidades de atención digital, incluso con la creación de las Adi´s, Administraciones de Asistencia digital Integral, sigue siendo necesaria la dotación de funcionarios que atiendan al público de forma presencial.

Por todo esto extraña que, mientras que, en los malos momentos, la Agencia Tributaria se puso al mando y fue la primera en dotar de medios informáticos a todo el personal para ejercer sus funciones con la mayor productividad, en cuanto han retrocedido los índices de incidencia acumulada, el miedo, la inercia, la resistencia,  se haya vuelto a posar en algunos directivos y hayan optado por hacer “como los demás”.

Con ello me refiero a la implantación de una Resolución que se encarga de limitar el teletrabajo a un máximo del 20% de la jornada laboral, sin distinguir la diversidad de trabajos que existen en el sector público y, en concreto, en la Agencia Tributaria.

La pandemia ha desnudado en otros sectores públicos y privados fallos y carencias, déficits de digitalización, rigidez y lentitud, falta de controles para el funcionamiento de los servicios. Pero éste no es el caso de la Agencia Tributaria.

Estoy convencido de que nuestros directivos no son “jefes Fujitsu”, más preocupados por la ausencia de ruido y su permanencia en el puesto que por aprovechar las mejoras emprendidas. Al igual que fue la organización líder en capitanear la prestación de servicios públicos en un ejercicio de responsabilidad debe liderar la modernización de los sectores públicos, aprovechar las mejoras introducidas para afrontar los desafíos que plantea la nueva sociedad global en que vivimos.

También es justo reconocer el esfuerzo de los distintos Departamentos en el marco de la propia Agencia Tributaria. Se debería aprender de los cambios introducidos, aprovechar las inversiones realizadas, avanzar en la formación, en particular en el ámbito digital, y situar el foco en los desafíos globales de acuerdo con los criterios de calidad y productividad.

Por otra parte, se ha constatado que los mejores profesionales demandan puestos de trabajo que valoren la productividad, el rendimiento y las medidas de conciliación y mejoras que permite el teletrabajo. En una reciente encuesta de Adecco, publicada en El País el 3 de septiembre, 6 de cada 10 empleados españoles quieren cumplir con su tarea de forma híbrida, considerando óptimo completar el 40% de su jornada a distancia.

Se ha superado el paradigma de las jornadas de trabajo y es necesario trasladar la responsabilidad de los empleados a la obtención de resultados, por encima de las horas invertidas para alcanzarlos.

La actual Dirección de la Agencia Tributaria y, en particular, nuestro Director Jesús Gascón, ha abogado en distintos foros por atraer los mejores talentos a nuestra organización. Queda claro que la Administración no puede competir con el sector privado en cuanto a retribuciones salariales, pero al menos debe proyectar ese “salario emocional” que sirva para atraer y retener a los mejores y que quedaría dañado con la vuelta al presencialismo indiscriminado por Decreto.

En resumen, la Agencia Tributaria debe asumir que, en el contexto actual, la innovación y digitalizaciónhan dejado de ser opciones para convertirse en exigencias y la respuesta debe darse a nivel global, sirviendo de ejemplo a las demás Administraciones. Por utilizar una frase utilizada en el debate político a vueltas del Estado autonómico, no se puede presumir de liderazgo digital en foros nacionales e internacionales para después sumarse al “café para todos” del teletrabajo.

 

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Pablo Fernández Miser

Inspector de Hacienda del Estado. Autor de los libros «El abogado del Porsche» y «El secreto del éxito en las oposiciones»

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