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Cual las tribulaciones de un chino en China (Una no crónica de un congreso de Inspectores de Hacienda)

XXXII Congreso de Inspectores de Hacienda del Estado

Hacía bastante que no acudía a un congreso de la Asociación, pues conectarse a la emisión en streaming de la edición anterior no cuenta, al menos para mí, humilde ser no digital, como presencia. Esperaba, creo que sería positivo, recibir una crónica oficial completa de algún miembro de la Junta sobre las interesantes sesiones que vivimos, más allá de los numerosos artículos que estamos recibiendo por Telegram y en los que la prensa se hace eco de aspectos puntuales de las intervenciones; pero no quiero dejar pasar la oportunidad de hacer un relato alternativo con ciertos hechos curiosos que un asociado de a pie, como soy yo, se lleva de este congreso.

Desde luego, no tiene por qué coincidir con lo que hubiera llamado la atención a otros compañeros, de hecho, como veréis si seguís leyendo esta entrada, muchos surgieron en momentos más o menos privados, porque también este uno de los aspectos fundamentales del Congreso, ponerte al día con los amigos de la promoción y hacer nuevos amigos entre los compañeros, compartir historias y experiencias del trabajo en distintos sitios, en fin, ensanchar también un poco nuestra visión del trabajo, salir un par de días de la oficina. También hay otros aspectos lúdicos que acompañan al Congreso, pero para alivio de mis amigos Salva y Ramón, se quedarán solo en el título de esta entrada, que más bien fueron las tribulaciones de unos congresistas en Granada y me centraré en otras cuestiones…

Quizá porque ya era preocupación que me traía de casa, pero veo nubes oscuras en el provenir del Cuerpo de Inspectores, es más, en el de todos los Cuerpos de la Administración con un alto grado de exigencia para su acceso. No hay que ser un lince para ello. El Gobierno anunció su propósito de “reformar” el mecanismo de acceso a estos Cuerpos, dejando de primar la memoria para hacer mayor hincapié en las “capacidades”. En general, cuando un político usa frases algo rimbombantes y de sentido poco claro, desconfío; como decía el César de Asterix y Obelix, “timeo Galaos et dona ferentes”.

Parece que hay una moda contra el empleo de la memoria como método de estudio de la que yo no participo en absoluto. Como cualquier otro “músculo”, con el duro ejercicio, mejora, y la memoria se ha demostrado, en mi experiencia, un músculo fundamental para el trabajo, particularmente el de un Inspector. Al final, las más de las veces no hacemos sino colocar piezas que nos da la realidad en la caja que les corresponde según la norma jurídica. Sin una memorización importante, es imposible reconocer que pieza te has encontrado, su caracterización jurídica, y recordar la caja donde debemos guardarla, la consecuencia jurídica para ese hecho jurídico. No creo en el hallazgo casual de la caja correcta, una feliz serendipia, y pensar que ello va a ocurrir en nuestro trabajo no pasa de ser el primer paso hacia el desastre.

Recuerdo una actuación en la que aplicamos, para sorpresa del representante, la norma cautelar que obliga a integrar las rentas diferidas en una operación FEAC en el caso de cambio de residencia, norma que no había valorado como riesgo, simplemente porque no tenía en la memoria la existencia de “esa caja”. Las posibilidades de tropezarnos de casualidad con dicha norma, si no la hubiéramos tenido en la memoria, también habrían sido escasas, pues la operación FEAC ya había sido comprobada y “bendecida” en una actuación anterior. ¡Maldita memoria! pensarían sin duda representante y contribuyente que se vieron perjudicados por ese músculo tan poco apreciado ahora y que llevamos toda una vida ejercitando.

Curioso me parece que dos destacadísimos asesores presentes en el Congreso, aunque fuera de pasada, se refirieran al craso error que sería esta desnaturalización del proceso de selección de futuros altos funcionarios, olvidando los principios de mérito y capacidad que hoy presiden el proceso de selección y que, sin duda, si no permite escoger a los mejores, al menos selecciona a quienes han demostrado gran capacidad de esfuerzo y resistencia al desánimo, sobreponiéndose a todos los obstáculos que se presentan en el duro camino que son las oposiciones. Yo, si fuera uno de ellos, me habría relamido pensando que mis adversarios dejaran de ser los laboriosos funcionarios y pasaran a ser esos “capacitados” sin memoria que el político de turno hubiera querido enchufar.

No puedo dejar de concluir esta primera reflexión destacando que mi desconfianza frente a los políticos se multiplica cuando quien propuso abandonar un sistema que subraya la importancia del estudio y dedicación y que demanda un esfuerzo descomunal de memoria ni tan siquiera logró concluir un curso completo en la universidad. Poco puede valorar este ministro de turno lo que, al menos en apariencia, no es una de sus virtudes. Me viene a la cabeza aquella poesía de Moratín que aprendimos en el Colegio, de memoria, por supuesto, y que se titulaba “Saber sin estudiar” y que dice así: “Admirose un portugués de ver que en su tierna infancia todos los niños en Francia supiesen hablar francés. «Arte diabólica es», dijo torciendo el mostacho, «que para hablar en gabacho un fidalgo en Portugal llega a viejo, y lo habla mal; y aquí lo parla un muchacho»”. No creo que el ministro la recuerde.

Dos breves retazos más del Congreso. Cuando un secretario de Estado recuerda que ha estado en varios congresos como asociado vulgar, los asociados vulgares no podemos dejar de pensar que podríamos ser secretarios de Estado en cualquier momento, ¿o no funciona así la ecuación? Yo, al menos, tengo claro que, vistas las artes mostradas por este secretario de Estado, conmigo no funcionaría la ecuación. Cualquiera que haya leído mis entradas en este blog sabe que no sé ir de otra forma que no sea directo a la yugular. Visto lo visto creo que tanto mejor perspectiva se me ofrecería si tuviera el arte del maestro Yoda para explicar las cosas, que no lo tengo; pero sí, leeré la Ley de Presupuestos de cabo a rabo para encontrar algo que no sé lo que es, hasta ahí entendí.

También descubrí que hay a quien interesa, preocupa o comenta, no sé bien como definirlo, el Congreso de Inspectores en sí mismo, sin ser Inspector, o Inspectora debería decir para ser más preciso. No tengo gran actividad en redes sociales (eufemismo que utilizo por no decir que no he usado en mi vida ni Instagram, ni Twitter, ni la madre que los trajo), pero circularon durante el Congreso los comentarios que por uno de esos canales había hecho una supuesta inspectora revoltosa. Aunque no me preocuparon gran cosa, ya que no pasaban de ser chascarrillos fáciles, parece ser que la autora es, al menos por el momento, opositora que quiere ingresar en la Inspección de Hacienda.

He preparado durante años a bastantes opositores que ingresaron en el Cuerpo; me encontré con bastantes de ellos, hoy amigos, como César, Miguel, Ana o Juan, en Granada; y ya sabéis, aquellos sufridores que aguantáis hasta el final mis escritos, qué hasta mi propia hija, Sandra, tuvo que sufrirme para ingresar en el Cuerpo. A ninguno de ellos, hoy Inspectores, en su época de estudiantes les preocupaba, ni lo más mínimo, el Congreso de los Inspectores de Hacienda ni otras zarandajas, solo los temas. Por eso aprobaron. No sé si esa chica llegará a leer esta entrada, pero un consejo sensato que alguien debería darle, léala o no, es que es deje de preocuparse de lo que no le puede ayudar a aprobar y que se centre en lo que le puede ayudar, que es estudiar únicamente. Si aprobara, ya tendría tiempo de dedicar esfuerzos a otras actividades que le resultasen atractivas, y sí, podría colaborar, como animo a hacer siempre, en este blog, aunque con respeto a todos los compañeros.

No puedo dejar de referirme a la intervención de Esaú Alarcón, prestigioso fiscalista invitado por la Asociación, y que fue una de las que más comentarios generó. No lo conocía, a pesar de que compartimos buenos amigos, pero me lo presentó, como no puede ser de otra forma, el que fuera mi alumno Juan, que lleva escasos años en el Cuerpo, pero parece que no se puede ser alguien en el Congreso si no te conoce. Él me llama públicamente cafre, entiendo que, en su tercera acepción en el Diccionario de la Real Academia, pues nací en Valencia y soy de raza caucásica, lo que no me acerca ni mínimamente a la Cafrería, pero, aun así, no sé por qué, lo aprecio.

Pero a lo que iba. Esaú puso de manifiesto algunos defectos en el funcionamiento de la Administración tributaria, que haberlos, haylos, como las “meigas” en la tierra de nuestro presidente. Por otro lado, estaba en su papel, para una intervención así se le invita, al fin y al cabo, el Congreso se titulaba “Administración tributaria: una mirada crítica y propuestas de reforma, y ni sería crítico, ni ayudaría a mejorar, reunirnos para felicitarnos por lo bien que hacemos todo, todos, cerrar los ojos a nuestros fallos, y de vuelta a casa con una autocomplacencia beatífica. No puedo entender a quien se ofende y discute para qué se invita a alguien que viene a destapar nuestras vergüenzas. Debemos esforzarnos en mejorar; yo soy el primero al que no le gusta que le critiquen su trabajo, pero sin el sano ejercicio de la crítica no hay mejora posible. Espero que sigamos en esta línea en los Congresos, intervenciones interesantes, de las que se puede discrepar, pero que aporten algo más que la mirada al propio ombligo.

En algunas reflexiones relacionadas me encontraba también la última vez que publiqué una entrada al blog, preguntándome de forma abierta por qué razón los Inspectores no somos apreciados por la sociedad a pesar de la importancia y responsabilidad que conlleva nuestra función. La contestación me la dio, sin pretenderlo, Emma, con una frase y más que bien vale un Congreso, “Al menos, con estos, no me equivoco”, dijo al referirse a su área de trabajo, cuando me contaba que se dedicaba a la exacción de las deudas derivadas de los Delitos contra la Hacienda.

Puede que le sorprenda a mucha gente, igual hasta a una persona tan inteligente como Esaú, pero los Inspectores no solo queremos tener acierto jurídico en nuestras resoluciones, sino que nos planteamos verdaderas dudas metafísicas sobre nuestro trabajo. Pretendemos dictar un acuerdo legal y correcto, por supuesto, pero también tratamos de no llegar a una solución en la que la norma aplicable depare un resultado marcadamente injusto, o al menos, moderar para que sea lo más justo qué se puede obtener de una norma concreta. Al menos así lo creo yo.

El tiempo que toma y el camino que conduce a cada uno hacia ese difícil equilibrio es distinto, pero sí, cuando nos critican, cuando nos enfadamos con las críticas, y cuando actuamos tranquilos porque, al menos, con estos, no nos equivocamos, es importante pensar que hacemos lo que tenemos que hacer y que lo hacemos de la mejor manera posible. Si no, mal servicio al ciudadano.

Pues bien, hasta aquí han llegado mis tribulaciones, podía haber destacado otras, podía haber comentado otros aspectos lúdicos del Congreso, pero para ello habrá que esperar al próximo Congreso, en el que, Dios mediante, estaremos Sandra y yo.

POST SCRÍPTUM

Casualmente terminé la versión inicial de esta entrada el jueves 3 de noviembre.

Creo que resulta evidente de lo escrito que, a pesar de la preocupación manifiesta, en el fondo no creía que llegara a materializarse un proyecto tan descabellado como el que pretende desnaturalizar las exigencias constitucionales de mérito y capacidad para ingresar en la función pública, mediante su sustitución vaya usted a saber por qué, pero que seguro que ese “lo que sea” será utilizado por los políticos que lo han promovido para colocar a una serie de estómagos agradecidos que por sus propios méritos jamás habrían llegado a superar unas pruebas medianamente exigentes, no ya las que existen ahora, sino otras mucho más fáciles incluso.

El mismo 3 de noviembre se firmó el acuerdo que, además, según hemos sabido, es solo un primer paso en un camino, que afirma la sindical CCOO que en un plazo muy breve debe desembocar en la promoción sin exámenes.

Poco tardó la realidad en sacarme de mis ensoñaciones en las que este desacato no podía llegar nunca.

No sé la razón por la que me engañaba. No voy a cometer el error de decir que es el atentado más grave a las instituciones que ha cometido este Gobierno, simplemente porque sea el que más de cerca me toca. Los ha habido mayores y este es uno más, simplemente, por eso debería haber supuesto que iba a llegar también.

Ya sabemos que los procesos electorales han degenerado, sí, degenerado, en una serie de promesas absurdas y dádivas del gobierno de turno para intentar conservar el sitial. Simplemente en esta ocasión tales regalos por un puñado de votos están superando barreras que nunca se había visto saltar. ¡Y lo que estará por venir!

Me viene a la cabeza el poema del pastor protestante Niemöller (sí, de una especie de cura, y no de un militante comunista, como creerán algunos):

«Cuando vinieron a por los socialistas, guardé silencio, porque yo no era socialista.

Cuando vinieron a por los sindicalistas, guarde silencio, porque yo no era sindicalista.

Cuando vinieron a por los judíos, guarde silencio, porque yo no era judío.

Cuando vinieron a por mí, no quedaba nadie que pudiera protestar»

Ciertamente, hasta dentro de un blog que debe estar limitado a los temas que nos afectan, había levantado varias protestas. Nuestra vicepresidenta (si no recuerdo mal, hasta febrero del año que viene, cuando se convertirá en presidenta) también ha protestado justamente en el tema tan sensible que es la oposición. No hemos estado callados. Pero han venido a por nosotros igualmente cuando ha llegado nuestra hora.

Advierto con alegría que Esaú Alarcón, sí, el mismo Esaú Alarcón al que algunos compañeros criticaron por denunciar defectos existentes en la Administración, ha sido de los primeros en levantar la voz y señalar el peligro de pérdida de preparación y profesionalidad en la Administración que supone esta medida. Este gesto le honra doblemente pues como ya habéis leído yo aventuraba que le podía producir unas “cosquillas especiales” pensar en enfrentarse laboralmente a funcionarios no preparados. Lejos de querer aprovechar esa ventaja, su gesto pone de manifiesto que, con gran inteligencia, prefiere argumentar frente a quien está más preparado para rebatirle, que lejano a entenderle cuando hable de impuestos.

En fin, no me extiendo más en este post scríptum. Contento me quedaría con que algunos compañeros que ocupan puestos de responsabilidad reflexionaran, aunque sea un momento, sobre lo que esta medida supone. No creo que en esta ocasión salga de mi ensoñación, ni pronto, ni tarde.

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Javier Bas Soria

Inspector de Hacienda del Estado. Doctor en Derecho.

XXXII Congreso de Inspectores de Hacienda del Estado
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